El problema de la fertilidad en Europa
El problema de la fertilidad en Europa. Justo después de la Segunda Guerra Mundial, Europa tuvo una explosión de población que dio lugar a una emigración masiva a los Estados Unidos, Canadá, Australia y América del Sur. Los gobiernos introdujeron incentivos para que los jóvenes y las familias con niños pequeños hicieran sus maletas y abandonen el país.
La despedida se realizó con bandas que tocaban canciones locales en los muelles de los puertos donde los barcos comenzaban un viaje a tierras lejanas. Los países del sur de Europa, como España, fueron fuertemente influenciados por las políticas pro natalistas del régimen de Franco que prohibieron la anticoncepción y alentaron a las grandes familias. Italia tenía una cultura similar, mientras que Malta seguía siendo un estado casi clerical donde la ética católica tenía una gran influencia en la vida de las personas.
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La situación ahora ha cambiado dramáticamente y la investigación socioeconómica sigue intentando comprender por qué Europa tiene hoy un problema tan enorme de baja fertilidad y mayor envejecimiento en la población. Los políticos rara vez hablan de este complejo desafío porque saben que, independientemente de las medidas difíciles que tomen para abordar el problema, no disfrutarán de la gratificación instantánea a la que son adictos. Los resultados de las iniciativas a favor de la fertilidad toman al menos una generación como para sentirse. Eso es demasiado largo para los líderes políticos mediocres de Europa que son rechazados cada vez más por sus electorados.
Los resultados de la investigación para descubrir qué podría afectar a las bajas tasas de fertilidad en Europa son muy reveladores. El primer resultado es que, a diferencia de lo que algunos pueden pensar, la inmigración no es una forma viable de revertir el envejecimiento de la población o sus consecuencias. El problema se ha vuelto tan grande que el gran número de inmigrantes necesarios para compensar el envejecimiento de la población en los estados de la UE sería inaceptable en el clima socio-político actual de Europa. La actual actitud del gobierno populista de Italia hacia la inmigración es una prueba viviente de que la mayoría de las sociedades tiene poco interés en cambiar la infraestructura social a través de la inmigración masiva.
El lento crecimiento económico de Europa también se traduce en altas tasas de desempleo. En países como España, Italia y Grecia, más de uno de cada tres jóvenes está desempleado. Ese no es el tipo de situación que anima a los jóvenes a considerar la creación de una familia y tener hijos.
El costo de la vivienda es otro factor negativo, ya que muchos gobiernos, incluidos los socialdemócratas, han renunciado a la introducción de políticas que permitan a los jóvenes poner sus pies en el primer paso de la escalera de la propiedad. Las viviendas asequibles se han convertido en una pesadilla en lugar de un sueño para muchas parejas jóvenes en edad fértil.
Algunos países han sido más decididos y exitosos en abordar este gran desafío que atrae poca atención política. Suecia, por ejemplo, trata a las mujeres trabajadoras de manera más justa que la mayoría de los demás países. Los recesos profesionales son la norma para las mujeres que deciden tener un hijo. Los empleadores no le piden a su gobierno que pague el costo de proporcionar incentivos amigables para la familia. Tampoco tienen la opción de tirar de hilos burocráticos para obtener permisos de trabajo para el personal expatriado. Las mujeres que tienen hijos pequeños dan por sentado horarios de trabajo flexibles, cuidado de niños de calidad y un amplio permiso parental en condiciones económicas razonables. Esto explica en parte por qué Suecia tiene una de las mejores tasas de fertilidad en la UE.